Publicado por: Paúl Miguel Ortega González, en Jan 23, 2020
Uno de los elementos terrestres más reconocibles de nuestro planeta y, al tiempo, de los más impactantes por su belleza es la Gran Barrera de Coral Australiana (The Great Barrier Reef). Es fácil imaginar la sensación que provoca esta formación coralina en los astronautas, pues sus dimensiones resultan impresionantes, casi inabarcables, sobre todo cuando se la compara con otros espacios naturales de la Tierra: la barrera se extiende a lo largo de 2.600 kilómetros, frente al estado de Queensland, en paralelo a la costa noreste de la gran isla-continente.
Este inmenso cinturón natural está formado por unos dos mil arrecifes y cerca de mil islas. Su extensión abarca más de 344.000 kilómetros cuadrados, al nordeste de Australia, y está compuesto por coral vivo que crece sobre coral muerto. Es precisamente este animal colonial sin vida el que compone los grandes muros de piedra a los que se refería Banks, que en algunos puntos miden hasta cien metros de altura.
La Gran Barrera de Coral, situada en el noreste de Australia y con un área de 350.000 kilómetros cuadrados , alberga 600 tipos de corales, 100 de medusas, 133 variedades de tiburones y manta rayas, 1.600 especies de peces y 3.000 tipos de moluscos, además de 6 variedades de tortugas y 30 de ballenas y delfines, entre otros seres como dugongos, las ballenas y los pepinos y estrellas marinas, que son únicos en el mundo. Cualquier visita a la Gran Barrera, ya sea desde las ciudades de Cairns o Cooktown o desde cualquier punto del extremo nororiental del estado de Queensland, es impresionante, pero se goza de una sensación de éxtasis especial cuando se participa en el programa “Eye on the reef” (Ojo en el arrecife), en el que se pretende, por un día, ser una especie de biólogo marino que registra los avistamientos de animales